
Detrás de ese aspecto poco amigable, dañino e impenetrable se esconde uno de esos bocados que zambullen a uno en el mar. En el interior de esas bolas espinosas, poco amables de manipular, se esconden unos deliciosos corales con un intenso y delicioso sabor a mar.
Los erizos pueden cocerse, pero creo que crudos es como más matices muestran y como mejor están. Con unas simples gotas de limón, recién abiertos, son deliciosos. También se puede improvisar una ensalada o cualquier mestizaje o acercamiento a un cebiche.
Un producto que funciona fantásticamente con el erizo son los cítricos y probablemente la mandarina sea la que mejor funcione de todas. Esta vez no teníamos a mano y, en su lugar, usamos naranja; que además es más fácil y cómoda para pelar a vivo.
En lo que respecta a las hojas, podéis usar las que queráis. Unos brotes variados son una apuesta segura, aunque hojas con ciertas notas amargas -escarola, o mejor aún achicoria- aportan un punto que nos parece muy acertado.
A los erizos, perderles el respeto, son mucho más fáciles de abrir de lo que parece. Para mí, la mejor opción es ponerlos con la boca hacia arriba, clavar dos tenedores con decisión y separarlos para romper en dos el erizo. El agua interior tiene un sabor impresionante. Después, con la ayuda de una cucharilla, se saca muy fácilmente el preciado coral.

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