Bajo este nombre algo ridículo, y que alguien podría tildar de pretencioso, no hay más que un curry y unas carrilleras de toda la vida. El caso es que se me ocurrió así: manteniendo la salsa de toda la vida y un curry; sin mezclarlas en el plato. De ahí el nombre.
Llevaba idea de preparar un curry de ternera y andaba dándole una pensada una de estas frías mañanas con las mallas puestas. Quería hacer algún guiso tradicional pero con el toque del curry: unas albóndigas, unos morros, manitas,… cualquiera hubiera funcionado.
Tras una breve discusión tuitera quedamos en que un curry rojo o amarillo sería la mejor opción. Una vuelta de tuerca a unas carrilleras que no defrauda. Todo el sabor tradicional de una salsa bien reducida. Todo el gancho y potencia de un curry tailandés. La mezcla de los dos. Oriente. Occidente. El yin. El yang.