Ya de pequeña me encantaban y es raro pues tienen sabor a tierra, como dicen del vino, a minerales. No es muy normal que a una niña le suelan atraer esos sabores pero todavía hoy me siguen gustando. Recuerdo que mi padre las odiaba, había comido tantas en la guerra que no las quería ni ver.
Es una legumbre sencilla, pobre diría yo, que según he leído posee una alta concentración de nutrientes. De siempre se ha dicho que eran ricas en hierro y aunque es cierto abunda más y se asimila mejor el que contiene la carne roja, también zinc y selenio. Este último es un mineral antioxidante que protege a las células del organismo humano de la oxidación provocada por los radicales libres que está tan de moda. Pero bueno, a mí no me gustan por todo esto sino por su sabor. Y como mejor están es como las hacía mi madre: sencillas.